TODA LA VERDAD SOBRE LOS FALSOS PRODUCTOS ECO
¿Son eco todos los productos residuo cero que compras?, ¿puedes fiarte de que los productos “ecológicos” que tienes en casa son los más responsables con el medio ambiente y las personas?
Empecemos entendiendo el concepto, ¿qué son los falsos productos ecológicos?
Si el “greenwashing” es el afán que tiene la economía capitalista por adueñarse de todo lo que le suena a tendencia para sacar rédito, usando solo los rasgos estéticos y del lenguaje de la economía ecologista para que productos normales, e incluso dañinos, se muestren como sostenibles y verdes, los falsos productos ecológicos son artículos que únicamente tienen en cuenta un solo rasgo de lo que debe ser un producto ecológico.
Generalmente se centran en los ingredientes en sí, obviando de dónde proceden, cómo han sido producidos, el recipiente en el que se fabrican, se transportan y se guardan, el envoltorio, las condiciones de trabajo de las personas que lo producen, la necesidad de que exista ese producto, el uso que se le va a dar, la energía que se consume en su producción, y, muy importante, el residuo que deja y su compostaje y/o reciclaje.
Algunos ejemplos de falsos productos eco que podemos haber comprado pensando en que estábamos haciendo un favor al planeta cuando, sin quererlo, estamos haciendo todo lo contrario
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Un buen ejemplo son los mal llamados bio-plásticos. Primero, porque utilizan de manera engañosa el prefijo “bio” para dar a entender que son naturales, que provienen directamente de la naturaleza. Segundo, porque sustituir el petróleo como aceite base por otro que provenga de vegetales (maíz, soja, arroz…) no evita que se tengan que añadir aditivos perjudiciales para la salud y la naturaleza. Y además, esta materia prima incentiva la deforestación y el uso de monocultivos extensivos para producir objetos de usar y tirar en vez de para alimentar a la población. Y tercero, porque no son biodegradables, ni siquiera compostables como entendemos esta palabra: una sustancia que se pudre y ayuda a alimentar a otros seres vivos.
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Otro ejemplo sería los productos con publicidad que usa la palabra “SIN”: sin parabenos, sin azúcar, sin BPA, sin aceite de palma… pero que luego no especifican cuál es su sustituto y no nos muestran el INCI, o sea, los ingredientes del producto. Como consumidores ecológicos nos interesa saber lo que lleva un producto, no lo que no lleva.
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También incluiría los productos naturales e incluso sostenibles pero que viajan miles de kilómetros cuando existen alternativas próximas. Cada vez hay más empresas que viajan por todo el mundo importando productos naturales pero exóticos cuando hay alternativas en la puerta de nuestra casa.
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Tampoco tienen sentido los productos ecológicos que están sobre-envasados o en tarros y recipientes de plástico porque lo bueno que tiene ese producto se pierde e incluso se contamina en contacto con estos recipientes.
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O los que parece que cubren una necesidad residuo cero utilizando materiales reutilizables pero no ecológicos. Un ejemplo de ello son las bolsas de malla de plástico para compra a granel. Se venden como reutilizables, lavables, incluso Km0. Pero, ¿no son reutilizables, lavables y, por qué no, Km0, todas las bolsas de plástico?, ¿para qué vendemos un producto, y convencemos a la gente de que es ecológico, cuando causa el mismo problema medioambiental que cualquier bolsa?
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Pero el colmo de todo esto son las tiendas sin stock que anuncian productos ecológicos y lo único que hacen es hacerte ellos esa compra en Aliexpress, Amazon o similar, que son los que finalmente te envían el producto.
Hay ya demasiadas marcas que lo único que hacen es crear la marca y un bonito envoltorio y que luego rellenan con productos tendencia que les hacen en Asia sin innovar y que no saben realmente quién se lo fabrica. No es la mejor opción en términos ecológicos pero además, puede crear confusión.
Un buen ejemplo de ello son las marcas que venden ciertos tipos de cepillos de dientes de bambú, hilo dental vegano, botellas de agua de acero inoxidable, pajitas o filtros de agua Binchotan.
Todos los cepillos de dientes de bambú los fabrica el mismo tipo de empresa en China, y algunas marcas mienten cuando dicen que son 100% naturales, libres de plástico y compostables. Es una más que digna alternativa vegana a los cepillos de madera y cerdas de animal (que sí son 100% biodegradables) y realmente ahorran plástico pero las cerdas de estos cepillos son de nylon por lo que no puedes decir que son libres de plástico y compostables. E incluso hay marcas que los venden en cajitas de cartón plastificado o envueltas en camisas de tejido-no-tejido, o sea plástico.
Y qué decir de las botellas de acero inoxidable que usan aceros de pésima calidad o que están envueltas en decoraciones plastificadas. Sin mencionar todas las que usan tapones de plástico en contacto con el líquido, incluso en termos, cuando existen botellas de acero de alta calidad, fabricadas con tapón de acero inoxidable o de silicona médica proveniente del sílice.
Lo mismo sucede con las pajitas de acero de ínfima calidad en blisters de plástico, o el hilo dental vegano con PLA, otro tipo de bioplástico que se vende como 100% natural y compostable. O los filtros Binchotan no responsables que provienen de la destrucción y quema abusiva de bosques tropicales de Laos, Vietnam, etc
El problema no son estos productos, que hacen su labor, sino la mala o engañosa información que no distingue entre lo que es ecológico, de calidad y saludable de lo que no.
¿Son los falsos productos eco una forma más sofisticada de greenwashing?
Yo distinguiría entre los productos de marcas habituales que lo único que han hecho es añadir colores y palabras clave en su presentación y publicidad, con las nuevas marcas que han surgido (sean estas propiedad de particulares, pequeñas empresas, o de grandes corporaciones) para crear productos supuestamente ecológicos.
Las primeras pueden engañar al consumidor ingenuo y poco concienciado porque ya sabemos que hoy pintan su producto de verde y mañana de la moda que venga.
Son más preocupantes las segundas porque ya es difícil concienciar y convencer a la gente de que cambien sus hábitos de consumo como para decirles luego que lo que creían que hacían bien en realidad es un engaño o una verdad a medias. Eso sienta muy mal e incita a tirar la toalla. Concienciar a medias a sabiendas, por muy buena intención que se tenga, es un grave error.
Si somos realistas, no existen productos 100% ecológicos porque todo producto tiene una huella medioambiental. Entonces, ¿dónde ponemos el límite?
Es cierto que el ser humano, desde que dominó el fuego y empezó a crear productos ajenos a la naturaleza, ha generado basura más o menos perjudicial. Y también lo es que este sistema de consumo donde se premia el usar y tirar nos ha dado una falsa creencia de riqueza y lujo que antes solo se podían permitir unos pocos. Y a esto ha ayudado sobremanera el plástico.
El límite se basa en el que nos dicta el ritmo sostenible de la naturaleza, que son los principios del movimiento ecologista: menos es más, consumo local, productos naturales que promuevan la biodiversidad, evitar los monocultivos y la sobre-explotación, evitar el uso abusivo de química, evitar el embalaje o sobre-embalaje, no generar residuos que no se puedan reutilizar, control del uso de la energía…
¿En qué debemos fijarnos para diferenciar un falso producto eco de un producto ecológico?
La mejor manera de llevar una vida residuo cero es pararse y pensar: ¿realmente necesito ese producto?, ¿va a aportar algo a mi vida que no pueda hacer de otra manera con lo que ya tengo? Se venden calcetines para aguacates, que estarán fabricados con fibras naturales y serán Km0 y hechos en empresas de inserción laboral, pero no los llamaría ecológicos porque son productos innecesarios y los aguacates no necesitan calcetines ni bufandas.
También debemos fijarnos en la obsolescencia del producto que adquirimos: ¿Es resistente ese material?, ¿está fabricado para que dure?, ¿es reparable?, ¿tiene recambios?, ¿es recargable?
Por supuesto que debemos mirar que no sea un producto de un solo uso. Pero también si está diseñado para cumplir una única función. Esto ocurre a menudo con los utensilios de cocina, por ejemplo.
También deberíamos tener en cuenta el envoltorio. Un buen ejemplo es el agua embotellada. No importa si viene en una botella de plástico, en una lata de aluminio, o incluso en una botella de vidrio. A nivel de salud será mejor en una botella de vidrio pero a nivel medioambiental tanto da una como otra. Lo importante es no consumir agua embotellada porque es un producto de usar y tirar que consume energía, genera residuos y nos ofrece un producto básico a precios abusivos.
Otro aspecto en el que fijarse es el de los productos reciclados. Hacer una camiseta, bolso o silla con mezcla de plásticos, aunque provengan del mar, no los convierte en ecológicos. Ya que reciclar no es dar una segunda vida a un material si este material , al estar mezclado, no va a tener una tercera o cuarta vida, lo que llamamos economía circular. Y además en el caso de las camisetas, cada vez que las lavamos, millones de microplásticos acaban en el desagüe. Y, como no son retenidos por las depuradoras, acaban en el mar.
Asimismo, debemos prestar atención a los detalles. Un ejemplo muy significativo es lo que le pasó a la mismísima Greenpeace que para su campaña #NoPlastic creó unas bolsas de algodón, pero que también llevaban hilo de poliéster, etiquetas de poliéster e incluso la tinta era Plastic-Ink. Nadie está libre de cometer errores por eso debemos prestar atención.
¿Y qué hacemos con los falsos productos eco que ya hemos comprado?
La idea es no generar más basura. Por ello, lo ideal es usarlos todo lo que den de sí ya que haríamos un flaco favor al planeta si nos deshiciéramos de ellos solo por el hecho de habernos equivocado o de haber sido engañados.
¿Tienes algún consejo más a la hora comprar de manera verdaderamente ecológica?
Lo importante es no agobiarse ni sentirse culpable constantemente. Ya sabemos que vivimos en una sociedad consumista y que a veces nos surgirán situaciones contradictorias con nuestra forma de pensar. A eso, una sonrisa, y otra vez será.
Lo importante es crear hábitos de vida y de consumo acordes a nuestra forma de pensar. Dar pasitos poco a poco y seguir aprendiendo cada día. Una vez que interioricemos una forma de actuar, de vivir residuo cero todo será más ecológico, sencillo, cómodo, saludable, y, por qué no, más barato.